-Tiene usted que cuidarse, José. Los últimos
análisis dicen que el colesterol lo tiene en niveles altos-dijo el doctor.
-Pero si ya estoy mayor, para que cuidarse…
-Hombre, para disfrutar con la familia, con los
hijos, con los nietos…
“¿Disfrutar? Con lo que hay ahora: el paro, la
educación, la sanidad, con todo esto mejor prefiero recibir a la canina”, pensó
para sus adentros.

José se alegra porque sus hijos están luchando y se hacen
huelgas, encierros, protestas, la gente los arropa, se hacen boicots a los productos
de la multinacional, pero al final él cree que nada de nada. Será por la edad o
por lo que ha vivido, pero no tiene muchas ilusiones de que esto se solucione.

Mira al altar mayor y reza a Patrocinio, pero se
queda sentado al lado del Dios de la Cava. No ha leído nunca a San Juan de la
Cruz ni a Santa Teresa de Jesús para descubrir la mística. No le hace falta.
José le habla al Cachorro y él le responde. No le hace falta las distintas vías
de la mística. La mística es el propio Cachorro. Él sabe que allí, en esa
capilla chiquitita, se encuentra su amigo, su compañero de alegrías, penas y
fatigas, el que no le va a dejar nunca, su hermano, su padre, su Dios: Cachorro.
Juan Manuel Luna Cruz
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