La ciudad se ha rendido. El capitán Lorenzo ha
desplegado su fuerza por las calles y plazas. El río es el único sitio que no
ha sucumbido. Los ciudadanos todavía van a refrescarse a orillas del Betis. La
urbe ha caído en manos del general Verano. Ha tomado los cielos y la tierra y
ha convertido a la hermosa primavera en un desierto interminable. Resisten
algunos. Las sombras de las esquinas. Los árboles que cobijan a los caballos y
los cocheros. La catedral sigue dando fresquito bajo sus altos pilares. Sin embargo,
Verano se ha hecho con Sevilla y no la dejará hasta dentro de unos meses.
Solamente la guerrilla mañanera de la brisa junto con los mirlos cantando y los
primeros claros antes de que apriete el sol serán su resistencia.
A finales de septiembre y con otro rayo de sol
despuntando en San Juan de la Palma, otras tropas desembarcarán en el muelle de
la Sal y junto a la Torre del Oro, la duquesa Otoño, aquella que se parece a la
Vieja Dama, le quitará el trono a Verano para quedarse por poco tiempo con nosotros.
Ella traerá la caída de las hojas, los recuerdos a los difuntos, las nieblas,
el olor a castañas y alhucema, las lluvias y la luz templada. El sol se irá
rindiendo a la belleza mística de Otoño. Antes de un suspiro, Ella se despedirá
para dar paso al otro general que toma la ciudad cada año, Invierno.

Sus capitanes Viento y Frío dejarán las rúas sin sevillanos. Los encerrarán en sus casas, en torno a las copas y las enaguas de camilla. Las mantas y las sábanas algunas veces no podrán soportar los ataques de este general malvado que desanima y entristece a las personas. Sin embargo, de nuevo aparecerá la resistencia en forma de ilusión y alegría. A Invierno se le abrirán muchos frentes: la Inmaculada y la firme defensa de su Dogma, la Navidad, el nacimiento de Dios…Pero la batalla que pierde siempre este general es cuando desembarca la Esperanza y la Ilusión con trompetas y tambores, carrozas y caramelos y eso que nos hace a todos tirar hacia adelante siempre, la sonrisa de un niño. Sus Majestades llegarán a la ciudad a entregar sus presentes a todos aquellos que se hayan portado bien. En ese momento, Invierno sabe que tiene que empezar a hacer las maletas. El tiempo empieza a cambiar y comienza la cuenta atrás.
La reina Primavera llega a Sevilla de sorpresa, casi
sin enterarnos. El corazón es el único que nos avisa. La entrada es triunfal y
el estruendo de las flores es espectacular. El sol vuelve a estallar. La
variedad de colores vuelve a aparecer. Los pájaros vuelven a cantar con júbilo
y grandeza. No ha hecho falta conquista ni tropas. La ciudad se entrega a su
tiempo más esperado. Con Ella llega Cuaresma y Carnal, siempre lidiando entre
ellos. Los ciudadanos sí conquistan las calles. Las llenan con sus grandes
fiestas, sin embargo, saben que esto es un ciclo y que la Ciudad es muy
preciada por tantos por lo que tienen todos los años que dejar paso a los
generales Invierno y Verano, la duquesa Otoño y la reina Primavera.
Juan Manuel Luna Cruz
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