lunes, 4 de noviembre de 2013

Noviembre

                                         Foto: reinadetodoslossantos.blogspot.com

No sé por qué, pero a un servidor le da la sensación que la estación que más le gusta a los sevillanos después de la primavera es el otoño. No sé por qué, pero se palpa en el ambiente, en las caras de las personas, en los gestos…Disfrutamos con este tiempo tan triste para algunos y tan bello para otros. Dentro de esta época del año, que es de espera porque aquí vivimos siempre en vísperas, noviembre es el mes de transición entre el inicio del período con las primeras lluvias el día del pilar y los últimos coletazos cuando las Esperanzas de la ciudad bajan de sus camarines y de sus altares para que les besemos las manos, aquellas que cobijarán al Señor que nacerá en Nochebuena. Noviembre, en general, es un mes rutinario, como de pasada, con apenas fiestas, relacionado directamente con los difuntos, con los que ya no están con nosotros y que nos cuidan desde los cielos. Un mes donde los atascos parecen que provocan, con el humor de las gentes, ese cielo plomizo unido a esa fina lluvia, que moja la gabardina con la que nos cubrimos muchos, con la que vamos divagando por la ciudad que nos vio nacer. El frío ya llega a los huesos y comenzamos a preparar las copas de cisco y de alhucema en los hogares, debajo de las mesas de camilla donde la familia se sienta para reírse un rato y contar las penas.

Sin embargo, este mes tiene un encanto especial, la ciudad tiene una luz diferente, que no brilla tanto como el Domingo más esperado del año, que no tiene tanta fuerza como la mañana que huele a juncia y romero, que no se levanta tan temprano para ver una cara tan hermosa atravesar la Puerta de los Palos un día de agosto…pero, un humilde servidor tiene la corazonada de que este tiempo nos gusta. Lo descubre cada año en el barrio, en la plaza y en los puestos; noviembre es especial. Mientras le llevamos a los que ya no están flores al cementerio, mientras la vida es una rutina en todas las calles: los niños al colegio, las compras en la calle de la Feria y en la de Amargura… algo se nota dentro de la parroquia que hace que el mes sea más bello en la collación. El centro del barrio (que es la parroquia, aunque haya otros que digan lo contrario, porque no hay otro lugar que aglutine a tantos vecinos), prepara sus fiestas para su Reina y patrona.

El imponente paso ha llegado desde la casa de González Cuadrado, el coro retumba todas las tardes y se escucha hasta desde el improvisado puesto de castañas colocado en la entrada del templo, el incienso llega hasta el techo mudéjar y a todos los rincones de esta iglesia que tanto ha vivido, el baldaquino se encuentra lleno de cera y flores rodeándola y las gentes van llegando con sus abrigos y rebecas para estar con Ella. Después de mirar las caras de mis vecinos y de aquellos que ya no viven en el barrio, pero vienen a verla todos los años, me doy cuenta de quién nos alegra e ilumina cada mes de noviembre en la calle de la Feria (al resto de la ciudad todavía no lo he descubierto). Ella es, como su nombre indica, nuestra Mediadora en estos tiempos tan complicados que nos ha tocado vivir y siempre está a nuestro lado intercediendo por nosotros ante su Hijo, que lo arropa en sus brazos. Es la Reina de Todos los Santos.

Juan Manuel Luna Cruz