sábado, 24 de diciembre de 2011

Un Día Especial

Hay pocos días, en el que a Todos se nos ablanda el corazón y hoy es uno de ellos. No es porque nos enseñen imágenes bonitas de la Navidad de diferentes países en el telediario y en los magazines de la tele. No es porque en el periódico nos cuenten historias fabulosas que parecen verdaderos cuentos de estas fiestas, que no se saben si son ya para comprar o disfrutar con la familia en torno a una mesa donde hablamos en poquitas horas de todo, de los que ya no están, de los que están y de los que están por venir. No.
El reloj del año se va acabando, y hace que empecemos a pensar, a meditar sobre lo que hemos hecho durante este tiempo que se va. Entonces, en pocos días, tienes que recordar muchas cosas: encuentros y desencuentros, retos conseguidos o fracasados, amistades que se construyen, se derrumban o se quedan congeladas…Todo se repasa y claro, ante tanta presión, el corazón, hasta del más fuerte, se ablanda, enternece y produce que nos volvamos como el gruñón Scrooge, atento con los demás y bueno.
Estos días son de recordar y aprender junto a nuestra familia, que es lo más importante que tenemos (aunque estemos peleados, nos desquiciemos unos a otros y un largo etcétera de circunstancias), de la importancia de estar unidos al menos unos días al año para reírnos, para que se nos suelte una lágrima, para sonreír, para abrazarnos y compartir en unos momentos complicados.
Este mirlo observador, que ha comenzado su andadura hace poco, les desea que disfruten con lo más importante  que tienen, las personas. Lo demás es un condimento. Mientras nos tengamos los unos a los otros, nada nos quitará la Ilusión, la Felicidad y la Esperanza.

Felices Pascuas a Todos

Juan Manuel Luna Cruz

lunes, 19 de diciembre de 2011

Belleza



Si ustedes han subido alguna vez a la Giralda, a su cuerpo de campanas y han disfrutado de las maravillosas vistas que ofrece, habrán admirado alguna vez, en el lado norte, una pequeña torrecita que se encuentra muy cerca de la Catedral, a la altura de la calle Placentines. No es una torre de una iglesia porque no tiene campanas, más bien parece un mirador desde el que se tiene que observar a la Giganta (como la denominó Cervantes en El Quijote) en primerísima persona, saludándola de tú a tú.
Pues bien, el otro día un servidor iba por la calle Francos y se detuvo ante un zaguán, que encerraba una joya en su interior. Como si hubiera dentro del Centro un oasis de hermosura, un Paraíso para los amantes de la arquitectura historicista y regionalista, un Edén donde todo se olvida y uno se distrae solo con el diseño de ventanas, de cierres de forja, de columnas, de capiteles…se me apareció un patio donde se encontraba la torre antes citada. Fue algo sencillamente espectacular. La entrada, de color albero y suelo marmóreo, ya invitaba a un silencio y una paz que no había en la calle. Cuando atravesé la cancela, pintada de color blanco, se descubrió ante mí un juego de luces, de colores, formas y dibujos que hacía tiempo que no veía y que ya se me estaban olvidando. El albero volvía a predominar en las paredes conjugado con el blanco de los mármoles de las columnas, esculturas y suelos. Una fuente susurraba agua cristalina junto al piar de un par de gorriones que jugaban amores en torno al pequeño chorrillo, únicas señales de sonido en todo el patio. Los cierres y ventanas recordaban a obras de Espiau y Aníbal González, Balbino Marrón y Talavera, obras para los pabellones de la Exposición del 29 y para los pudientes de una ciudad que se estaba adaptando a los tiempos que venían. Una escalera se abría a un lado como si no quisiera estropear la armonía que hay a su alrededor. Sin embargo, esa armonía continuaba con elegantes trazos adaptados de un boceto de un arquitecto a la mano de un obrero que es quién realizó la obra. Un busto en mármol de una mujer observaba la elegancia con la que entraba la luz del Sol en los rincones más insospechados. Un servidor no quería curiosear más y no subió la escalera para no entrar en zonas más reservadas. Cuando la vista era levantada, uno se encontraba con la elegante torre, que miraba de frente hacia el Giraldillo y que parecía presumir de ser la que más cerca se encuentra de nuestro símbolo más universal.
Uno salió extasiado ante tanta belleza que me llevaría cientos y cientos de líneas explicar. Se quedó este servidor con tantas cosas: con la luz desparramada por las paredes, con el color alegre albero que hacía brillar más aún al patio, con el negro de la forja (tradición que se está perdiendo en nuestra ciudad) cubriendo y protegiendo a las ventanas y a los moradores de las casas…que no tiene espacio ni tiempo para poder explicar.
El otro día le explicaba en la entrada: Sevilla, la Ciudad de las Personas, que no podemos estar todo el rato rememorando esa urbe antigua, que muchos románticos echan de menos y que no vamos a poder recuperar, porque es casi imposible. Pero, de vez en cuando, uno se puede deleitar sobre lo que anda escondido tras un portón o una cancela y soñar, soñar que es una de las cosas que nunca sufrirán recortes, ni tendrán impuestos y podrán ser utilizadas con la libertad que se nos ha dado. Por tanto, sueñen sin parar.

Juan Manuel Luna Cruz

sábado, 17 de diciembre de 2011

Sevilla, la Ciudad de las Personas


¿Y esto qué será? Se preguntarán ustedes. ¿Qué significará esta imagen de una papelera con el título que le he puesto a esta entrada de blog: Sevilla, la Ciudad de las Personas? Intentaré explicárselo. Esta papelera me la encontré hace un par de semanas en la Copa Davis. Allí, en el Estadio de la Cartuja, había una serie de operarios de Lipasam colocándolas en los graderíos y un servidor se fijó en esta frase (tan repetida hasta la saciedad por el anterior gobierno local) que aparecía debajo de las citadas papeleras. Claro, uno se sorprende al ver como este eslogan, tachado por numerosos medios de comunicación y atacado por la gente, ya que la ciudad no se estaba convirtiendo precisamente en una ciudad de personas, sino de bicicletas, tranvías que no iban a ninguna parte y planes contra el tráfico que estaban matando a la fibra más sensible de la urbe. Después, uno empezó a pensar, a roerse la cabeza y dijo: ahora Sevilla sí es una Ciudad de las Personas.

¿Por qué? Pues muy sencillo. Basta que se den una vuelta por el Centro y vean la cantidad de gente que hay, el ánimo que hay en las miradas y sonrisas de niños, mayores, adultos, jóvenes…, el bullicio de las calles, las tiendas abiertas de par en par, en fin, vuelve a haber ambiente en nuestro Centro.
-¿Pero si la cosa no está para tirar cohetes? ¿Has visto las cifras del paro? ¿Has visto la cantidad de luces, de macetitas, de florituras, de dibujos y de tonterías que ha puesto este año el ayuntamiento?
-Sí, y qué pasa. Venga ya, por Dios, con la que nos está cayendo encima y la que nos va a caer, ¿por qué no vamos a dejar que el gobierno de la ciudad, que acaba de cumplir 6 meses, no ponga luces de navidad y otras cosas si tiene dinero para eso? Señores, ¿de todo prácticamente nos vamos a quejar? De momento, las cosas se están haciendo medianamente bien desde el equipo de Zoido, han puesto las calles fantásticas, han traído los autobuses al lugar desde el que no se habían tenido que ir nunca, han quitado el plan centro… ¿No les gusta la cosa? 
Hay algunos sevillanos que tienen el denominado síndrome de Romero Murube, pero en un estado agudo y viven como pastores bucólicos que añoran, desean una Sevilla idilíca, que es simplemente soñada y que se suelen quejar de muchas actuaciones que, para nuestro tiempo y para las personas, están muy bien. No vamos a poder recuperar la vida que había en la Encarnación cuando existía la magnífica plaza de abastos, pero podemos darle vida de otra manera: con cacharritos, con puestos de churros, con veladores en la plaza de arriba (aunque nos hayan puesto allí unas setas feas y gigantes), con mucha gente paseando y disfrutando, que eso es lo importante. No podemos recuperar esa Sevilla añeja, que algunos rancios claman a los cielos recuperar, pero sí podemos reinventarla, como ella se reinventa sola en primavera, pero para siempre. Eso se está haciendo ahora, se están tirando a la papelera todo aquello que no servía para esta amada mujer que tan maltratada ha sido, y se la está poniendo guapa y bella y se está cuidando a lo más importante que tiene y que hace que sea así de singular: las personas.

Juan Manuel Luna Cruz

lunes, 12 de diciembre de 2011

Miradlo


Decía Juan Pablo II a los jóvenes que no tuviésemos miedo de ver al Señor, y desde que lo dijo por primera vez en el estadio nacional de Chile en 1981, fue uno de sus principales mensajes y es ahora uno de los más repetidos por su sucesor, Benedicto XVI,  hacia este importante colectivo que tomará las riendas de este mundo en constante cambio: mirarlo a los ojos y buscar en ellos una forma de intentar arreglar los problemas que hay a nuestro alrededor. Pero este mensaje no sólo va para los jóvenes, sino para todo el mundo. Dios quiere también que lo miremos todos, hombre y mujeres, ancianos y adultos, niños y mayores. El Dios que visitamos cada viernes, o cada domingo o cualquier día de la semana, a cualquier hora, en cualquier momento o situación; con el tiempo justo para llegar a trabajar o después de venir de los mandaos y sentarse un rato en los bancos que rodean la basílica o en su camarín, o verlo por un instante en el azulejo de la plaza...Ese Dios siempre te va a buscar con la mirada porque Él tiene esa costumbre de encontrarse contigo. Si su Madre se aparece como una estrella que deslumbra, en medio del murmullo, y hace enmudecer a todos aquellos que la ven; Él va en silencio, caminando, racheando sus pies y buscando a cada uno de sus hijos e hijas en la calle o en cualquier sitio, porque para eso su nombre es Gran Poder.
 Este humilde servidor cree que Él va a entender cualquier situación en la que nos encontremos: no te va a juzgar como las personas, ni te va a reprochar, ni va actuar como un inquisidor, yo creo que Él no es así. Mientras que nosotros miramos mal a aquellas personas del mismo sexo que van por la calle de la mano, o cuchicheamos sobre aquella vecina que tiene un hijo y no se sabe de quién es, o de aquel que se gasta su salario en las tragaperras y no puede evitarlo por más que llora en la soledad de su casa; Él los comprende, los arropa y los mira a los ojos como cualquier otro hijo suyo. Esa es su verdadera grandeza. No que el escultor lo hiciese con su gran zancada, sino que esta llegue a aquellos hogares más despreciados por la sociedad. Que una estampa suya le recuerde a ese jugador que no debe jugarse su vida con una máquina, que un cuadro sea visto por aquella madre para que siga trabajando por ella y su hijo a pesar de las adversidades y su recuerdo nos haga entender a todas las personas y las respetemos sea cual sea su condición, sus gustos y sus deseos.
Cuando le miremos sin miedo a sus ojos y nos haga comprender, podremos hacer verdaderos milagros. Porque verán tenemos que diferenciar entre truco y milagro. Hay muchas cosas que obviamos de la vida cotidiana que son auténticos milagros hechos por las personas, no por Dios. A lo mejor, estamos esperando que Dios nos arregle el problema de la crisis, y nos podemos quedar sentados esperando. Pero esa mujer, de la que hablaba antes, que tiene dos trabajos, uno por la mañana y otro por la tarde, y aún le queda tiempo de estar con su hijo un rato por la noche y le lee un cuento antes de acostarse, eso es un milagro. El joven que renuncia a las drogas y su tiempo lo aprovecha estudiando y yendo a tocar en una banda de cornetas y tambores, eso es un milagro. Y perdónenme, si estoy diciendo cosas alocadas, pero debemos de pensar y tener un poco de más empatía con Aquel que nos mira a los ojos y siempre nos va a pedir algo (igual que nosotros le pedimos algo, o incluso le reñimos).
Por eso pido que le miremos y veamos que nos quiere decir. Debemos escucharle, ya que Él siempre nos escucha y nos lleva enseñando a cada uno, a cada generación un mensaje diferente para cada tiempo diferente.

Juan Manuel Luna Cruz

lunes, 5 de diciembre de 2011

Ustedes no han podido con la Libertad


Durante mis peleas habituales con la informática e instalando diversos sistemas de protección al nuevo portátil que tengo, me llamó poderosamente la atención una foto que se me apareció como fondo de pantalla: era un atardecer de Bilbao y en primer plano, el Museo Guggenheim, el cual se refleja en la ría de esta hermosa ciudad. Este espectacular edificio parece un gigantesco barco que surca las aguas y va a contracorriente al sol buscando un horizonte nuevo.
Ese horizonte nuevo también se le presenta al pueblo vasco. Ese pueblo que tanto ha sufrido y que tanto miedo ha tenido durante cuarenta y tantos años de unos locos que no han representado jamás a la sociedad vasca. Esos inútiles que se creyeron que matando iban a conseguir su objetivo, han fracasado en el intento. Todos (repito Todos y si no se lee bien lo vuelvo a decir, TODOS) hemos conseguido acabar con esos inútiles ¿Por qué inútiles? Porque no han utilizado bien lo que tienen, las personas. Que son las que defienden esa libertad y esa autonomía, incluso esa independencia (aunque eso es otra historia). Como no me vale esa persona para conseguir lo que quiero, ea, pues la mato. Porque no me sirve. Los que no servís son ustedes. Inútiles. Todos hemos podido con unos cuantos gilipollas (por no llamarles de otra manera) que se creían que iban a liberar a Euskadi con pistolas y bombas debajo de los coches. Pues no ha sido así, miarma. La sociedad vasca y la española han podido con ustedes, y ha podido ante las amenazas y los ataques que destruían familias y seres queridos. Ustedes no han podido con esta sociedad fuerte, que no ha caído en el miedo (que es lo peor en lo que se puede caer) y ha mantenido la Esperanza frente a todo lo que ustedes podían tener. El miedo que ustedes podían meternos en el cuerpo ha sido acallado por esas miles y miles de voces que llenas de luz han gritado: Viva la Libertad y No a la violencia. Ustedes no han podido con las magníficas actuaciones de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad que les han arrestado, detenido y metido en la cárcel. Ustedes no han podido con ellos, que han velado por todos nosotros y han perseguido a la culebra que tenían ustedes por emblema a través de los montes vascos, Francia y hasta en Sudamérica. Ustedes no han podido con el deseo de una España y una Euskadi mejor, donde se pueda vivir sin escolta, dando un paseo por los hayedos sin que se tenga que mirar atrás por si alguien te vigila y leer plácidamente un libro de Baroja a la orilla de un río sin tener el miedo en el cuerpo. Ustedes no han podido con ello.
Esta pesadilla ha acabado, pero hemos despertado y hay que volver a la realidad, hay mucho por hacer para volver a construir esa Libertad, que ha estado tanto tiempo en ruinas en España y en el País Vasco. Por eso, me enorgullezco al decir en lengua vasca, la de mis vecinos del norte:
Gora Euskadi y Gora España

Juan Manuel Luna Cruz

sábado, 3 de diciembre de 2011

Romántico


Cuando se refieren a la Semana Santa, suelen darle numerosas definiciones y múltiples calificativos para intentar explicarla, sin embargo, después de tanto escuchar llegamos a la conclusión de que hay tantas explicaciones como personas en la ciudad. Pero cuando tocan el palo de la historia de Sevilla sobre su Fiesta Mayor, numerosos expertos de la materia, escritores, observadores inciden sobre una misma teoría: nuestra historia se refleja, como un espejo, en la Semana que muchos nos llevamos esperando todo el año. Todas las etapas aparecen durante los diferentes días, pero hay que estar atento para caer en ellas.
El año pasado visitó Sevilla una antropóloga francesa llamada Antoinette Molinié del Laboratorie d´ethnologie et de sociologie comparative de la Universidad de París, buscando esa definición más completa y que se ajuste a lo que vivimos aquí. Y se encontró con un servidor, el cual le dio la suya y no la del resto de sevillanos. Sin embargo, le gustaron unos calificativos que di a cada día de la Semana. Pienso que cada día tiene su personalidad y pueden ser resumidos en una palabra, en una frase, en un momento. En relación al Jueves Santo, lo definí como clásico ya que todas las hermandades que discurren por las rúas de la ciudad llevan impreso ese toque de clasicismo; aunque debo de decir que me equivoqué al no añadir otro calificativo más: el de romántico. ¿Por qué? Porque en hermandades como El Valle, podemos ver ese regusto por lo clásico y lo romántico. Si ustedes ven la cofradía desde la cruz de guía hasta el último músico de Tejera (que es lo que hay que hacer y no meterse por toda la cara entre la bulla), podrán ver un cuadro de García Ramos; o escuchar la ópera Margot, una composición melancólica de Turina, hecha para esta Virgen de ojos verdes; o leer una descripción elegante y sutil de Cecilia Böhl de Faber (la cual está enterrada debajo de la Iglesia de la Anunciación, en el olvidado Panteón de Sevillanos Ilustres); o recitar un poema de don Gustavo Adolfo Bécquer, entre otras cosas más que ustedes sentirán al observar detenidamente estos hermanos nazarenos de túnica morada con los altos capirotes, que recuerdan a los pináculos catedralicios o los que utilizan en el altar del septenario, y que alumbran a su paso los escaparates de Rioja, Cerrajería o Cuna. Los espejitos del paso de la Coronación reflejan este tiempo pasado, que queda en muy pocos rincones de la ciudad (uno de ellos es este), y que cofradías como ésta hacen que no se pierda. La Verónica enjuga el rostro del Dios que no quieren en ningún sitio porque parece que molesta, ya que va anunciando que a través de la entrega, del sacrificio por los demás, uno alcanza el Paraíso prometido; sin embargo, en este mundo hedonista, no interesa y es desechado por la sociedad cruel. En el palio, mientras la marcha, la suya, la de Vicente Gómez Zarzuela suena, el Dolor del Jueves Santo se va paseando. Este Valle de lágrimas que va recogiendo todos esos corazones encogidos a su paso y son guardados en sus ojos verdes, reflejo de una hermosa pradera. El romanticismo crece al verla, y la cofradía llega a su éxtasis cuando las notas finales de su marcha se van apagando como el ascua de luz y belleza se aleja y nos va dejando sin corazón porque se lo lleva ella.
Fue este adjetivo lo que se me olvidó decirle a Antoinette, romántico. Como el Jueves Santo, como el sol que refulge, como todas sus cofradías, como el amor que siento hacia ese Dolor que se lleva mi corazón.

Juan Manuel Luna Cruz

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Afición a tus colores


El otro día se presentaba el libro de don Nicolás Salas, fantástico historiador sevillano, sobre la riá que produjo el Tamarguillo en el año 1961 y sus devastadoras consecuencias sobre la ciudad de Sevilla. Una curiosa foto que aparece estos días en varios diarios hispalenses que recomiendan el trabajo de Salas es la de un Benito Villamarín inundado hasta arriba y convertido en una auténtica piscina, es decir, con el agua al cuello.
 Podríamos hacer un símil y una metáfora al mismo tiempo relacionándolo con el presente y con la situación que vive el Real Betis actualmente. Una derrota tras otra, una empresa que está en medio de un concurso de acreedores, un equipo con jugadores de la pasada temporada de segunda división, con un par de fichajes actuales y con menos dinero que los bancos. Sin embargo, la afición no se cansa. Es exigente, pero fiel. Sigue confiando a pesar de los pesares en su entrenador Pepe Mel y en sus jugadores, tanto veteranos como canteranos, y en su disposición y compromiso ante los partidos. Ya sabemos que estamos en primera, pero tenemos lo que tenemos y hay que apechugar (o como dicen en la amada Cádiz, hay que mamar). Pero lo que más me gusta de mi Betis (por si lo dudaban, es mi equipo) es su gente. Es su gracia y su guasa. Es su coraje ante los desafíos y las desgracias; y el no abandonar sus colores aunque esté el club en primera provincial. Esa gente que se gasta sus 200, 300, 400 euros en su carné durante el verano, que va un domingo sí y otro no a ese campo, pradera verde al final de la Palmera, a sufrir (porque en el Betis se sufre hasta el final, aunque vayamos ganando 3-0), a cantar un gol, a recordar aquello a los del otro equipo de la ciudad de que antes de que San Fernando reconquistara la ciudad, ya se cantaba Viva el Betis (del añorado Silvio el Rockero) o antes de que en Inglaterra se jugase el fútbol, se gritaba que Viva el Betis (como dice el célebre azulejo del bar La Primera del Puente en la calle Betis, miren que casualidad). Esa marea que lleva esos colores tan bellos llenos de esperanza y paz (verde y blanco, respectivamente) y que hacen que nos llenen de ilusión todos los domingos.
Mucha gente dice que el fútbol saca nuestro lado más salvaje, nos volvemos animales gritando, bebiendo, insultando…yo diría que en 90 minutos nos saca el lado más humano que tenemos, pasamos por todos los estados posibles: ilusión, esperanza, miedo, alegría, pena, tristeza…todos los que se pueden imaginar en algo más de hora y media. Y más en esta afición luchadora, de toda la vida, que vence todas las adversidades, y que como dicen los Supporters, es presa de tus trece barras, Betis.

Juan Manuel Luna Cruz