martes, 25 de septiembre de 2012

Llegó el otoño





Este blog nació en la plenitud de esta estación que ya se está dejando notar. Se palpa ya en el ambiente la llegada del otoño a la ciudad.  A ella le sienta muy bien este tiempo. Para los románticos, entre los que me encuentro, es donde se le ve la belleza pura que tiene, sin la pompa y el boato de la primavera, sin el chirriante y pegajoso calor de verano y sin la tristeza del invierno. Los mantos marrones de hojas secas sobre las calles, los árboles pelaos del jardín de la infanta, el sonido cristalino del agua en las pocas fuentes que pueblan las plazas, las gabardinas de paseo y los cafés de las tardes donde la gente huye de las rúas despavoridas cómo si se acercara algo malo hacen que ella se sienta sola y así, atractiva a aquellos locos que se quedan cuando no hay nadie. Solo el mirlo sale a comer antes del albor de la mañana, o solo el galgo va deambulando por las esquinas buscando la intimidad detrás de un portón de una vieja casa abandonada. Todo esto es lo que nos regala la ciudad en este otoño que llega vestido de tímido sol y disfrazado de nubes negras llenas de lluvia.
Muchos hablan ahora de exactitud a la hora de la llegada del otoño por la observación a través de ordenadores gigantes. Pero en el campo, el agricultor la nota con el cambio del viento o por la nubes. En Sevilla, el primer rayo de sol del nuevo tiempo le llega a la Amargura la tarde del 19 de septiembre. Todos los años. No falla nunca. Y que no me vengan con monsergas de análisis atmosféricos. La luz del verano se despide en San Juan de la Palma junto a la Virgen que cuando sale el Domingo de Ramos nunca le da el astro rey. Este año me acerqué a verlo y descubrí cómo hay que excavar en esta ciudad para encontrar algo con tanta belleza. Aunque las dichosas camaritas empiecen a estropear este juego de sombras y contraluces. Sin embargo, los allí asistentes siguen estremeciéndose ante el milagro que ocurre desde que en 1960 se colocase en el altar mayor a la dolorosa y a Juanillo el de la Palma como lo llamó en su obra maestra “Semana Santa. Teoría y realidad” Núñez de Herrera. Después de esa despedida, la del estío, llegan los nubarrones tristones por el Aljarafe, y llega la memoria del cisco y la alhucema, y se colocan los puestos de castañas en la Encarnación o en la calle Feria. Ustedes dirán que siempre se acaba relacionando todo aquí con la religión pero si no, pregúntenselo a los sabios, díganle dónde pueden despedir la canícula y recibir el entretiempo, y ellos responderán, simple y llanamente: “en la cara de la Amargura”.

Juan Manuel Luna Cruz


jueves, 20 de septiembre de 2012

Invictus


Antes de empezar el nuevo curso universitario en la facultad, que se añade a los que ya han comenzado en otras universidades, colegios e institutos españoles, querría reflexionar sobre estos próximos meses, los cuales prometen ser entretenidos.
Desde hace varios años (porque la crisis dura ya 5 años), se está maltratando a distintos sectores de la sociedad para conseguir objetivos más bien inciertos sobre el euro, la economía y otras tonterías varias. La población reacciona porque no puede tolerar cómo le suben los impuestos, las prestaciones y los servicios disminuyen, mientras vemos todos los días que las medidas a los que tienen más son mínimas, por no decir nulas. Se ataca, como siempre se ha hecho, se hace y se hará, a los que menos recursos poseen. Desde mi humilde punto de vista, ha habido una respuesta contra esto, pero no una respuesta contundente, de esos golpes en la mesa que asustan a los que están enfrente. Nuestras calles y plazas de pueblos y ciudades se han llenado, pero no se han abarrotado. No se han colapsado. Las huelgas y los parones se han hecho sin medir las consecuencias a nivel de producción y ánimo de las personas, ya desalentadas y con poca esperanza. Por eso, en este nuevo curso que empieza en la universidad, me gustaría que las acciones que se hagan, se mediten, se compartan (no impongan), que participemos todos los que queremos (el que no quiera es libre, pero eso conlleva unas consecuencias); y todo esto, lo amplio a la sociedad entera. Pensemos seriamente lo que queremos y no queremos hacer, repasemos acciones pasadas y busquemos nuevas propuestas para (si hace falta) parar un país entero durante el tiempo que sea, para que se escuche a las personas y no al dinero. Pero hagámoslo con tranquilidad y cabeza y no: “¡ea, a la huelga!” o “¡parón para todos!”. Así, nada más que conseguimos el protagonismo de dos noticias en un par de periódicos. Si queremos un ejemplo, podemos ver el de Islandia, la gente salió a la calle junta y están empezando a salir de la maldita crisis. Si tiramos todos juntos del barco, antes se solucionarán las cosas; además de buscar responsabilidades y culpables de haber jugado, y lo vuelvo a repetir, jugado, con el pueblo y las personas. Les dejo con un poema que, personalmente, es uno de mis preferidos. Se llama Invictus y fue escrito en 1875 por William Ernest Henley. Solía leerlo Nelson Mandela en Robben Island cuando estuvo preso durante 17 años. Espero que les guste.

Más allá de la noche que me cubre                                                                                          
Negra como el abismo insondable,                                                                                 
Doy gracias a los dioses que pudieran existir                                                                 
Por mi alma invicta.                                                                                                              
En las azarosas garras de las circunstancias                                                               
Nunca me he lamentado ni he pestañeado.                                                               
Sometido a los golpes del destino                                                                                     
Mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.                                                                  
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas                                                                   
Donde yace el horror de la sombra,                                                                                  
La amenaza de los años                                                                                                    
Me encuentra, y me encontrará, sin miedo.                                                                     
No importa cuán estrecho sea el portal,                                                                       
Cuán cargada de castigos la sentencia,                                                                                
Soy el amo de mi destino,                                                                                                
Soy el capitán de mi alma.            

lunes, 17 de septiembre de 2012

Los Senados Sevillanos






“Si Roma tenía un Senado, en Sevilla seguimos teniendo cientos”

No me cansaré de repetirlo jamás: “Sevilla tiene más de sandalia romana que de babucha mora”, tal y como lo dijo el poeta. Lo podemos ver todos los días. Somos la  herencia de un imperio de hace dos mil años. Y hemos cambiado poco. Muy poco me atrevería a decir. Sus leyes nos siguen dominando y nuestras actitudes se parecen más a las de los habitantes de la Híspalis (a la que el río abrazaba por donde hoy pasa la calle Sierpes), que a las de la sociedad moderna europea.
Pero hoy me gustaría jugar con el tiempo y las metáforas, para hacer un pequeño homenaje a algo que no nos ha abandonado durante los dos mil y pico años de civilización en esta esquinita del valle del Guadalquivir y bajo las colinas del Aljarafe. Me refiero a los verdaderos senados sevillanos: los bares. Ya iba anunciándolo en los últimos artículos y no quería que se me escapase la idea. Tenía ganas de escribirles a ellos porque me toca muy de cerca. A los lugares y a sus senadores. Han cambiado la túnica y la toga por la camisa blanca y el pantalón negro; y los pergaminos y las plumas por el vaso y la tapa. Pero ellos no necesitan papeles, se lo saben de memoria todo. Desde el primer día se tienen que saber la carta, así que cuando le cogen el truco, se guardan las afirmaciones, aclaraciones, denuncias, peticiones…de los que llamamos parroquianos. Y es que los senados funcionan así: se llega, se le atiende, si se puede y es un habitual se charla un poco nada más, y se marcha. En la cabeza de estos senadores de los mostradores (que tiene rima y tó), todavía resuena el latín de la Bética: por ejemplo, tostá, que viene de tostada y tostar, y este último del latín  tostāre, pero nosotros decidimos hace tiempo abreviar y así nos entendemos. O por ponerle otro está la palabra malaje, que es exclusivamente de Andalucía, y que proviene de malajius, que sería algún tipo con muy malas pulgas cuando por aquí andaban Julio César y Pompeyo el Grande.
Estos Senados se siguen montando todos los días en cualquier plaza, calle, dentro de alguna taberna en una esquina escondida, en el mismo centro de la ciudad o en el barrio más alejado. En estos lugares, es donde el pueblo disfruta y exalta su libertad y sus opiniones, critica y felicita a los políticos, cuenta las hazañas del equipo de sus amores, saluda al vecino tranquilamente, es decir, aquí es donde está verdaderamente la soberanía de las personas. Tomen nota los que nos gobiernan.
Y presidiendo estos lugares sagrados de la ciudadanía y la polis, detrás de los mostradores, los sabios senadores guardan celosamente las ideas del pueblo, mientras esperan que estas se conviertan en realidad.

Juan Manuel Luna Cruz




jueves, 6 de septiembre de 2012

Meditando bajo tu Cruz

                     Foto extraída del blog cofrade de Sevilla: http://blogcofradesevillano.blogspot.com.es/

“¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?” Miguel de Unamuno

Bajo tu leño, lleno de Vida y Esperanza, este que escribe, medita. Y es que es tiempo de meditación, de pensar, de reorientar lo que hay en este mundo; y que mejor sitio para hacer todas estas cosas que debajo de tu Cruz y bajo tu atenta mirada. Porque Tú siempre estás atento a nosotros y tenemos que mirarte (siempre lo digo), buscarte…Qué mejor sitio para buscarte que entre naranjos y en medio de olor a azahar.
Hay tantas cosas que quiero contarte, hay tantas cosas que quiero que me ayudes, tantas que quiero pedirte…que no hay espacio ni tiempo en el universo que cabe en la mente de un hombre para resolverlas, y por eso, te las pido a ti, Señor. Sin embargo, te hablo tanto de mí que no te pregunto cómo estás, cómo nos ves, cómo puedes ayudarnos a buscar esos Remedios con nombre de mujer, cómo podemos quitarte esos Clavos que sufres por nosotros y por nuestra culpa, cómo podemos quitarnos ese Rosario de penas que clamamos para que desaparezcan de nuestras vidas siempre mirándote a los ojos…Meditando estoy, pensando cerca de ti, cerca de ese barco romántico donde todos queremos subir el Miércoles por la tarde para acercarnos a ti y recoger a Tu Madre para que Ella nos acompañe y nos consuele en medio de este caos donde vivimos.
Tus Siete Palabras son siete leyes de filosofía, siete decretos del alma, siete normas para el corazón, siete doctrinas de moralidad para que ayudemos a Todos los que están a nuestro alrededor. Tus Siete Palabras son el complemento perfecto a las Bienaventuranzas de los justos. Esos mensajes nos quitarán la máscara con la que nos mostramos a la sociedad, nos eliminarán el espejo donde se refleja la mentira, la codicia, la envidia, y nos dejarán puros como la poesía adolescente de Juan Ramón Jiménez: “Vino, primero, pura…”.
Cuidar de la madre, dar de beber al sediento, perdonar a los pecadores son los mismos Mandamientos que el Padre entregó en el Sinaí a Moisés, los mismos Mensajes que distes en el Sermón de la Montaña, los mismos que nos dijiste el día que te entregaste por nosotros…ahora lo dices en la paz de tu capilla de San Vicente, en la recoleta plaza de la Loca del Sacramento: Doña Teresa Enríquez, en la bella calle Cardenal Cisneros, en la plenitud de tu paso, entre águilas y bambalinas de plata que cobijan a tu Madre de la Cabeza, pero también lo susurras en los comedores, en las bolsas de caridad, en los centros de acogida, en las calles donde el frío atrapa a las personas en invierno, en los pasillos de un hospital, en los ojos de los pobres…esos mismos ojos me dicen que cuando la pobreza llama a tu puerta, la Fe, la Caridad y la Esperanza tienen que salir a recibirla.

Juan Manuel Luna Cruz