miércoles, 27 de junio de 2012

Pasear y pensar

                          Esta foto proviene del blog: majao público, del artículo Sevilla skyline




Pasear es uno de esos placeres de la vida que todavía no tenemos que pagar ni pedir un ticket por consumirlo. Es una actividad donde uno hace muchas cosas y, en apariencia, solo hace una: caminar. Mientras que se vaga por los campos, por las calles, por las avenidas, uno medita sobre lo que ha hecho y no ha hecho, reflexiona acerca de su alrededor, lo que pasa y por qué pasa, busca respuestas a tantas preguntas que tiene en su cabeza y no sé cómo pasa siempre pero uno llega a un punto del camino que le llama la atención y se para a admirar el paisaje. Ya sea por cansancio, por belleza, por amplitud o por paz, cada uno de nosotros se para un instante para deslumbrarnos ante una perspectiva que nos hace pararnos y buscar soluciones a sus inquietudes.

Para un servidor, uno de esos puntos donde se para muchas veces mis caminos es el puente de Triana. Es un lugar simbólico, una frontera entre dos realidades bien distintas y desde donde se ven muchas cosas que nos hacen pensar y hacer un alto. La perspectiva desde lo alto del puente a uno y otro lado muestra símbolos de la realidad donde podemos encontrar conflictos o problemas muy cercanos a nosotros.
Ustedes se imaginarán la vista que hay desde el punto donde me encuentro de la famosa torre Pelli que tantos quebraderos da a muchos; ya que se supone que es la obra magna de una antigua caja de ahorros convertida en banco y donde se supone que habrá numerosos puestos de trabajo. En cambio, la realidad es un poco más cruda: la mitad de las oficinas construidas de Sevilla están vacías, nos pueden quitar el título de Patrimonio de la Humanidad a la Catedral, Archivo de Indias y Alcázar, además de las repetidas fusiones de bancos para que se achique de agua la barca financiera dejándonos una “perla” gigante, fea y monstruosa cerca de nuestro río. 

Muy cerca de la torre, otra torre. Esta vez, Torre Triana. La de la Junta. Donde trabajan muchos funcionarios con los que nos metíamos por lo bien que vivían: su cafelito a las 8, a las 10; su cervecita a las 12, a las 1; su comida a las 2…y a las 4 y media a recoger a los niños. Ahora, todo ha cambiado, se han tomado muchos cafelitos y cervecitas y la Junta ha puesto fin al escaqueo sistemático. El ser funcionario no es lujo, es una condena. Más horas, congelación de salarios. Interinos a marchas forzadas. La lotería se ha acabado. Y lo que llamaban clase media española también.

Si miramos hacia el otro lado del puente, se nos presenta la zapata de la calle Betis, tan discutida, rebatida, luchada por improvisadas plataformas que han vuelto a demostrar como Sevilla se pelea por cosas insignificantes y no por un modelo de ciudad fuerte, estable y que se pueda enseñar a todo el mundo los 365 días del año. Lo suelo decir a mi familia y a mis amigos: Sevilla está para el pase de revista dos veces al año (Semana Santa y Feria), el resto del tiempo se encuentra apagada, sin imaginación y peleándose por cosas como poner un azulejo en un sitio o en otro o buscar nuevos cantantes.

En el lado de Sevilla, está el paseo de Marqués de Contadero. Cuantas cosas se podrían hacer en esta avenida paralela al cauce: poner arbolados, arreglar los bajos para alojar establecimientos, hasta posibilitar unas tablas para el baño de la gente en el río (No estoy majareta, lo he escuchado a varias personas conocidas de la ciudad). Nos hace falta eso: ocurrirnos ideas, modos de atraer a las personas a nuestra ciudad y no solo para que se queden 3 días, sino para siempre, para montar un negocio, una inversión, un capital más, un emprendedor, un valiente que apueste fuerte por lo que tenemos aquí. Hay que medir las cosas y tomarse las cosas en serio para que no caigamos en el esperpento…Mientras, este caminante prosigue con su paseo y deja atrás ese alto donde piensa.

lunes, 11 de junio de 2012

Las 3 mañanas

Lo mismo que dice el tópico que hay 3 jueves en el año en los que reluce más el Sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión (que tan repetido y famoso lo convirtieron Los Morancos con Rosa de Jericó), un servidor comenta que, sin ser otro adivino ni estar de broma, hay en la ciudad 3 mañanas que hacen que el ciudadano que divaga por Sevilla, llegue a su éxtasis absoluto y visualice la esencia de todos esos conglomerados que se han ido superponiendo sobre la base de este suelo bendito. Estas 3 mañanas tocan la vena sensible del sevillano amante; llegan al fondo de ese corazón, duro caparazón porque muchas veces aquí nos da igual cosas que nos importan, y nos trasladan (como no me canso de decirlo) al Paraíso perdido: la niñez. Esas 3 mañanas pueden ser equiparables a 3 días sagrados, a 3 ritos y reglas, a 3 virtudes y defectos de esta mujer que nos vuelve a muchos locos. Esos 3 días, la urbe amanece como siempre y como nunca, reconocible y sorprendente ante la belleza que deslumbra. El tono del cielo es diferente para cada uno de esos días, los momentos iguales pero no las vivencias. Estas cambian como cambiamos todos nosotros. El sevillano reconocerá al instante esas 3 mañanas de las que hablo: el día de la Inmaculada, el día del Corpus y el Domingo de Ramos. Discúlpenme si no están de acuerdo o  piensan que son 3 fiestas religiosas y católicas, pero como uno escucha en muchos bares y tabernas (verdaderos senados y congresos de los ciudadanos), “aquí es que somos más papistas que el Papa”.

La mañana de la Inmaculada nace tranquila, sin molestar. El Sol se levanta tímido, le cuesta desperezarse. Se suele comentar que es que pasa mucho frío. La gente sale a las calles, elegante, adecuada, pura (eso lo dudo), escondiendo nuestros males porque a la Virgen no se le miente. La ciudad busca a su Madre en sus templos. Ella ha salido a recibirlos a todos. Se llame como se llame, Ella celebra su Pura y Limpia Concepción y aclama incluso a aquellos que quisieron dar su sangre por defender este dogma. Los tunos le han cantado hasta altas horas de la noche casi invernal y han terminado con una copa de anís y un papelón de calentitos de plata al lado del Postigo. Los Seises visten azul inmaculada para bailar delante de la Cieguecita durante la Octava.

El día del Corpus se señala con rojo. Rojo Sacramental. El olor se dispara desde el suelo con juncia y romero. El paseo triunfal no es solo de la Custodia, ni de San Fernando o el Niño de Montañés, sino de las varas, chaquetas e interminables representaciones de hermandades, que renuevan el tributo a Jesús Sacramentado (y a su antigüedad). Sin embargo (vamos a dejarnos de la guasa quisquillosa), la procesión y su día es un reflejo al pasado, a lo que fuimos, a lo que pudimos ser, y lo que somos ahora por el devenir de los tiempos. En una mañana, se resume la historia de la ciudad a través de sus santos más célebres, sus ritos ancestrales y como centro del Todo: el Cuerpo de Dios hecho pan. Y es que en Sevilla está tanto nacido de una espiga de trigo como del tronco de un árbol.

El Domingo de palmas y de ramos es el éxtasis de la luz, la explosión de júbilo, de alegría. Una sinfonía recorre las calles cuando todavía no hay pasos. Son 3 o 4 horas en las que el ciudadano divagador de José María Izquierdo, o el cernudiano, o el lector moribundo de Joaquín Romero Murube se prepara como el torero en el hotel ante una semana corta y eterna al mismo tiempo. La infancia, la juventud al lado de los amigos, la edad adulta junto a la familia, la plazuela donde salía de pequeño con la varita y el antifaz levantado, la visión de la abuela planchando las túnicas, la primera lágrima recorriendo la mejilla…pasan volando ante los ojos que recorren una distancia y un tiempo de la vida. Esa mañana es clave para entender al sevillano, para descubrir sus más íntimos sentimientos, para observar verdaderamente cómo es y por qué es así. Y todo eso con el astro Sol en su cenit.

Se me han quedado dos mañanas en el tintero: la mañana del Viernes Santo y la mañana del 15 de agosto, pero están reservadas para otra ocasión.