jueves, 23 de febrero de 2012

La Búsqueda del Olor


Sigo buscando esos elementos que aparecen de repente en este tiempo, cuando los árboles se llenan de flores y las muchachas se ponen guapas para recibir a la estación más bella. La siesta me envuelve y un sueño me lleva a despertarme en un patio pequeño, coqueto, con una fuente en medio de él, donde un leve chorro de agua cae por el mármol. La luz está suspendida en el ambiente. Una leve brisa recorre mi cuerpo como la suave mano de una mujer. Debe ser la hora en la que las chicharras cantan en las ramas y troncos del parque porque todo está tranquilo y en calma, pero el cielo está en un tono azul hiniesta y no hace mucha calor, por lo que no es un mes de junio después del corpus ni tampoco julio donde la paz se respira por todas las calles de la ciudad.
De pronto, un leve olor me da una pista sobre el tiempo que estoy viviendo: es uno fuerte, que llena las estancias que rodean el patio, que elimina otros desagradables...su humo se desliza por las paredes y ventanas, busca una salida para encontrar ese cielo ansiado. Llego al lugar de donde proviene y me encuentro con carbón, incienso y alhucema. No toco la chimenea donde se queman estas especias no vaya a ser que me despierte bruscamente de este sueño inolvidable. Vuelvo a salir al patio y busco detalles en ese cielo sin par que tanto he añorado. Suena el ladrido de un perro. Voy al portón para abrirle. Es Membrillo. Ha vuelto de su paseo vespertino por las callejas de la ciudad, buscando el espíritu de su antiguo dueño, Pérez. De vez en cuando, se para tras alguna puerta y reposa en el fresco mármol antes de continuar. Este galgo viejo y algo flaco, que come poco y bebe manzanilla, amigo de los gatos que viven en los olvidados conventos y fábricas, visita a las cigüeñas que vienen por San Blas y se quedan en la espadaña de Montesión, ha notado cómo cambia estos días el ambiente en la urbe. Ha visto como de las iglesias salen haces de luz, de los hornos salen deliciosas torrijas y pestiños que huelen a gloria y que cuando las comemos parecen que mordemos el labio de un ángel, como dijo el gran Luis Cernuda. A la luz la buscamos por enero cuando los niños disfrutaban de sus regalos de reyes y al olor lo buscamos por estas calendas de marzo que nos anuncia la llegada del tiempo ansiado: la Cuaresma. 


 Juan Manuel Luna Cruz

domingo, 19 de febrero de 2012

La Fiesta de la Libertad


                                          Foto extraída de Flickr

No hay mejor sitio para celebrarla. Junto al infinito mar. No me digan ustedes que no hay lugar mejor en el mundo para la fiesta de la libertad, el Carnaval. No me digan que una Tacita de Plata rodeada del océano no es un sitio idóneo para que nos pongamos unos coloretes y nos riamos de nosotros mismos. Y es que de eso trata esta fiesta, de la libertad verdadera (no de la actual, que hablábamos el otro día) sino de la de expresarse sin miedo, sin venganzas, sólo con un antifaz y un disfraz que llevemos a gala para perderse y enamorarse de esta ciudad a la que vas queriendo poquito a poco. A partir de hoy, Puerta Tierra nos recibirá con sus mejores galas, como si el mismísimo Papa viniera a este rinconcito al lado de la mar. La Caleta será ese trampolín para saltar al Mare Nostrum de los romanos desde donde el Sol se despide cada día. La Bella Escondida se mostrará orgullosa de ser mirador eterno de esta tierra codiciada por poderosos, los cuales estos días no tienen cabida en ella. Y es que sus ciudadanos son humildes astilleros, pescadores, floristas...en fin, trabajadores; que fueron capaces hasta de llamar a nuestra primera Constitución con nombre de mujer: Pepa. Durante toda esta semana, esta ciudad saldrá a la calle para brindar por la libertad, la felicidad, la fiesta...en medio de estos tiempos que no están para ná, pero todas esas paradojas se encuentran en este rinconcito de nuestra tierra, donde no se sabe cuando empieza el mar y termina la arena. Disfruten de estos días en este regalo de plata nacido del romance entre Hércules y una piconera. Recreasen en los cantos hacia esta ciudad que lleva de apellido libertad: Cádiz.

domingo, 12 de febrero de 2012

No somos iguales

Al parecer todos no somos iguales ante la ley según la portavoz del Consejo General del Poder Judicial, Gabriela Bravo. Al parecer la ley nos distingue a unos y a otros, no sé de qué modo, pero nos diferencia. Según esta representante de uno de los múltiples tribunales politizados de nuestro país; en el caso Nóos, todos los imputados no son iguales. Habrá que juzgarlos por diferentes tribunales, como se hacía cuando había plebeyos, señores, existía la Inquisición y todas esas instituciones tan horrendas que había en España antiguamente. Según lo que escucho, leo y veo en los diferentes medios de comunicación, esta señora pide que por favor no se haga un juicio paralelo y mediático a estas personas porque produce deshonra y no puede existir contestación por parte de los afectados. Entonces, uno se pregunta: ¿cómo mostramos a la sociedad la imagen de estos señores y señoras que mangonean nuestros impuestos, hacen desaparecer por arte de magia dinero público de las arcas o matan a personas y esconden sus cuerpos para que no vuelvan a ver la luz? ¿cómo denunciamos estos hechos? ¿nos lo inventamos como Hearst? ¿cómo se los contamos a las personas, sin poder utilizar cámaras infiltradas o sin acudir a sumarios, sentencias, autos, entre otras cosas?

Dígame usted, señora Bravo, ¿nos fiamos ciegamente de la palabra de los jueces cuando sabemos que hay rencillas entre ellos y una Mano Negra existente desde unas capas tan altas, a las cuales no llega un estudiante de periodismo? ¿toleramos sin ni siquiera generar el debate en la sociedad de la relación entre los poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial; cuando realmente tendría que haber una separación y libertad de actuación de estos órganos democráticos? Un profesor de la facultad dijo con gran acierto que la libertad del siglo XXI era la de elegir de quién dependías. Ya sabemos de quién dependen ustedes, señora Bravo. Y no hace falta decirlo. Lo mismo que no somos iguales ante la ley, tampoco somos tontos.