lunes, 18 de febrero de 2013

Reflexión


Después de la pesadilla que vivimos ayer muchos cofrades, hermanos, fieles y devotos, creo sinceramente que debemos bajar la cabeza y mirar de reojo a la cruz desnuda, símbolo puro y duro de la Fe y también de reojo al prójimo, el que está al lado nuestra, al que ayer dirigimos nuestros peores comentarios y nuestras miradas más despreciables. Y es que ayer, si las miradas mataran, no hubiera quedado ni Jesucristo vivo.

Cuanto egocentrismo en un seno de una supuesta “institución”, cuanto mensaje de protección del patrimonio enmascarado de orgullo, cuanta mirada por encima del hombro, cuantos comentarios fuera de lugar en medio de una celebración que se supone que es de fraternidad y fe. 

Señores, reflexionemos, hagamos todos un pensamiento con nosotros mismos y charlemos con los demás sobre qué es lo que queremos y lo que no queremos, qué tenemos que hacer y qué es lo que no. Si hay personas que no hubieran querido participar en el Vía Crucis de la Fe, no participen, digan que no y observen desde el lugar del espectador o desde el fiel devoto. Pero no busquen protagonismos por favor. Hagan un esfuerzo, no revienten ilusiones en unos segundos y sean valientes. Una imagen no es para la eternidad. Una escultura se desgasta y más las que están cerca de las personas. El Gran Poder, o Pasión, o el Cachorro les llegará el momento de sustituirlas porque a todo le llega su momento. Pero, por favor, no las alejen de los fieles.

Ayer se perdió una magnífica oportunidad de hacer protestación pública de nuestra fe, la de muchos sevillanos que vemos a Dios en nuestras imágenes. Algunos le echan la culpa a las hermandades que quisieron echarse a la calle, otros le replican. Yo creo que la culpa la tuvimos todos, repito todos. Por cierto, más le llovió el Viernes Santo del 2012 al nazareno de la O en el puente de Triana que la llovizna que cayó ayer.






 Juan Manuel Luna Cruz

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