sábado, 14 de abril de 2012

La Búsqueda del Color








Estoy embobado viendo un cartel antiguo del Cristo del Amor junto a un aviso en la pared de una taberna donde pone prohibido el cante. Cuando salgo del trance, me fijo en el vaso de vino dulce de naranja. Ya no está medio lleno ni medio vacío. Se ha acabado. No queda una gota. Pago y me despido de Pepe. “Hasta luego, Manolo”, me contesta. Salgo a la calle y sigo divagando por la ciudad. Es una hora de la tarde. Para mí, la hora clave para descubrir los elementos que visten al alma de la urbe. Miro al cielo y veo nubes esponjosas que pasean y disfrutan de su gran perspectiva. Medito sobre la semana que ha pasado… sin luz, sin olor, ¿dónde se habrán metido?, me pregunto. ¿Estarán cansados de nosotros? ¿De tanto folklore y tantas tonterías que nos montamos?
Sin embargo, el color no ha fallado. La explosión de tonalidades no ha desaparecido. El cielo azul Hiniesta no se ha acercado este año, pero en San Julián la Virgen se vistió de Reina y volvió un año más a renacer del fuego de la ira que la hizo desaparecer en el 32. Y no hizo falta que se paseara, Ella siguió llorando por los olvidados, por los parados y por las familias rotas. El verde Esperanza llenó las calles en medio de un paisaje gris y triste. Las cinco estrellas que forman la constelación más bella, la cual nos protege de todo lo malo desde Triana y la Ronda, se pasearon y dejaron una estela de Paz que nos cautivó a todos. El muchacho que nace en la Cava y le sonríe a la mismísima muerte nos faltó un año más, su visita a la otra orilla para el año que viene la esperamos con impaciencia. Dios no le podía fallar a su ciudad, y no faltó a su cita. Calmó a los cielos a la hora precisa y obró el milagro. Se me viene a la cabeza la pregunta que se hicieron los apóstoles en la barca: ¿Quién es Este que hasta el viento y el mar le obedecen? El blanco inmaculado de la Paz se quedó en el Porvenir. El negro del Amor se mezcló con la mirada pura y cristalina de los niños que acompañan a la Borriquita. La Estrella brilló en un cielo que al final del Domingo más esperado se tornó rosado y amenazaba chaparrón mientras sonaban los últimos compases de Amarguras en la plaza de Juanillo el de la Palma, como le llamó el genial Núñez de Herrera. Rosadas eran las medias de los Armaos, que hicieron la tarde triste del Jueves Santo, el desfile más hermoso que se puede hacer. El frío hizo que se nos cortara el cuerpo al ver al Calvario allá en lo alto de su paso, solo y muerto, dando su vida por nosotros. De color dorado el palio del Refugio. De plata, el paso del Señor de la Divina Misericordia, que sigue perdonando aunque roben las águilas de su canastilla. Eso es material. Lo que a Él le duele de verdad cuando le hacen un mal a cualquiera de sus hijos. Por eso, sigue llevando la cruz para la redención de nuestros pecados. De cristal, las fuentes de las caídas de Consolación. Y más,  muchos más colores se han prodigado por las rúas de este cielo terrenal donde vivimos.
Camino, sigo caminando porque como dijo Machado se hace camino al andar. Ando mirando por las esquinas, los cierres de los balcones, las puertas que dan a los patios marmóreos y me sigo encontrando con colores, el de unos trajes que anuncian la fiesta del color de la ciudad: la Feria de Abril.
Juan Manuel Luna Cruz







No hay comentarios:

Publicar un comentario