lunes, 17 de septiembre de 2012

Los Senados Sevillanos






“Si Roma tenía un Senado, en Sevilla seguimos teniendo cientos”

No me cansaré de repetirlo jamás: “Sevilla tiene más de sandalia romana que de babucha mora”, tal y como lo dijo el poeta. Lo podemos ver todos los días. Somos la  herencia de un imperio de hace dos mil años. Y hemos cambiado poco. Muy poco me atrevería a decir. Sus leyes nos siguen dominando y nuestras actitudes se parecen más a las de los habitantes de la Híspalis (a la que el río abrazaba por donde hoy pasa la calle Sierpes), que a las de la sociedad moderna europea.
Pero hoy me gustaría jugar con el tiempo y las metáforas, para hacer un pequeño homenaje a algo que no nos ha abandonado durante los dos mil y pico años de civilización en esta esquinita del valle del Guadalquivir y bajo las colinas del Aljarafe. Me refiero a los verdaderos senados sevillanos: los bares. Ya iba anunciándolo en los últimos artículos y no quería que se me escapase la idea. Tenía ganas de escribirles a ellos porque me toca muy de cerca. A los lugares y a sus senadores. Han cambiado la túnica y la toga por la camisa blanca y el pantalón negro; y los pergaminos y las plumas por el vaso y la tapa. Pero ellos no necesitan papeles, se lo saben de memoria todo. Desde el primer día se tienen que saber la carta, así que cuando le cogen el truco, se guardan las afirmaciones, aclaraciones, denuncias, peticiones…de los que llamamos parroquianos. Y es que los senados funcionan así: se llega, se le atiende, si se puede y es un habitual se charla un poco nada más, y se marcha. En la cabeza de estos senadores de los mostradores (que tiene rima y tó), todavía resuena el latín de la Bética: por ejemplo, tostá, que viene de tostada y tostar, y este último del latín  tostāre, pero nosotros decidimos hace tiempo abreviar y así nos entendemos. O por ponerle otro está la palabra malaje, que es exclusivamente de Andalucía, y que proviene de malajius, que sería algún tipo con muy malas pulgas cuando por aquí andaban Julio César y Pompeyo el Grande.
Estos Senados se siguen montando todos los días en cualquier plaza, calle, dentro de alguna taberna en una esquina escondida, en el mismo centro de la ciudad o en el barrio más alejado. En estos lugares, es donde el pueblo disfruta y exalta su libertad y sus opiniones, critica y felicita a los políticos, cuenta las hazañas del equipo de sus amores, saluda al vecino tranquilamente, es decir, aquí es donde está verdaderamente la soberanía de las personas. Tomen nota los que nos gobiernan.
Y presidiendo estos lugares sagrados de la ciudadanía y la polis, detrás de los mostradores, los sabios senadores guardan celosamente las ideas del pueblo, mientras esperan que estas se conviertan en realidad.

Juan Manuel Luna Cruz




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