martes, 17 de julio de 2012

La Búsqueda del Sonido








A mi querida y admirada Mercedes Font García



El mejor sonido que define a esta ciudad es el silencio. Esta rotunda afirmación viene seguida por una pausa interminable. ¿Por qué? Se pregunta uno. Porque el silencio te deja escuchar verdaderamente los sonidos del corazón de la urbe. 
 La búsqueda de este se me hace angustiosa; es difícil localizarlo en este tiempo entre las calles. El silencio es un caballero que pasea por las noches entre los pasajes y esquinas más recónditas, se sienta últimamente poco en los tendidos de la Maestranza y es que se queja de la algarabía que se monta cada 2 por 3 en la plaza, pocas veces ya lo saludas en las plazas; ahora se ha enclaustrado, se ha escondido de los coches, los ordenadores y los gritos de las personas. Se ha metido en las galerías de los conventos a ver a las dulces novicias, suele leer en los jardines a horas intempestivas, se sienta en las iglesias a observar a la gente como reza o musita una humilde oración. Podéis encontrarlo con su capa negra, sombrero, fundido entre las sombras de algún adarve esperando a que la calma llegue y pueda salir a vanagloriarse de su nombre. No suele hablar mucho. Mira, curiosea y pregunta poco. Es tímido. Con la mirada se comunica con los sabios de los senados sevillanos. La bebida frecuente para él suele ser un vino tinto. Los habitantes de Híspalis le enseñaron a beberlo y también a respetar la siesta porque si despertaba a alguien, el dios Pan le molestaría durante mucho tiempo. Sin embargo, a este silencio se le escucha poco, se entristece porque en vez de escucharnos unos a los otros con la mirada y así entendernos, hacen falta gritos, insultos, peleas… para llamarnos la atención. No es quiera volver atrás este caballero vestido de negro pero si pide que escuchemos a las personas, que son el mayor tesoro. No habrá nunca uno mejor. Y para que las podamos escuchar primero hay que estar en silencio, no distraernos con las pantomimas de la tecnología o de la nueva era. Escuchemos al silencio y, probablemente, escuchemos a las mejores máquinas que se han creado jamás, las personas.

Juan Manuel Luna Cruz


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