Últimamente se escuchan muchas voces tanto de
personas anónimas como de personajes públicos que se refieren al concepto de la
calle como si fuera malo para los niños y jóvenes. “A ver si podemos buscar un
lugar para alejar a los niños de la calle…” o “es que las bandas de música u
otras asociaciones hacen una gran labor porque quitan a los jóvenes de los
peligros…” Estas ideas repetidas numerosas veces creo que están un poco fuera
de lugar.
¿Por qué? Porque la calle nos ha mostrado la
realidad a todos nosotros, a nuestros padres, a nuestros abuelos…Primero, se
nos forma en el hogar, luego llega la escuela y después la calle, que es donde
verdaderamente nos buscamos las habichuelas y demostramos al mundo lo que
valemos y somos capaces de hacer. Y eso debe aprenderse desde pequeño.
Yo, que soy joven, me sorprendo cuando dicen mis
mayores que hay que alejar a los niños de las calles porque nada más que hay
cosas malas. En gran parte, sí; pero también hay grandes cosas por descubrir en
las plazoletas, con los amigos, con los compañeros, con los contrincantes, con
los desconocidos, y con muchos elementos que también nos van construyendo como
persona. Yo he aprendido a reírme de mi mismo en la calle, he aprendido a
defenderme, he descubierto cosas malas y buenas, yo me he desarrollado como
persona con mis queridos Ignacio, Rafael, Enrique, Faustino… o jugando al
fútbol en los campos de Arjona los viernes con Fernando, Curro, Juan Ignacio o
Juan. Yo me formado con una larga lista de personas y he tomado cosas de ellas
y las he puesto en marcha para ser un conglomerado y ser lo que soy.
Por eso, me llama la atención que quieran dejar
solas las plazas donde juegan los niños y las niñas a la pelota o a la comba;
se caen por primera vez y se levantan solos; se pelean y luego se perdonan,
ayudan a un mayor que le pide ayuda para cruzar la calle; entre otras muchas
cosas. Ahora, los dejan solos en las casas, con burdas máquinas que los alejan
de la realidad y les trasladan a una que no existe. Los ordenadores, los
móviles y otros cachivaches nos envuelven y nos llevan a un mundo donde somos
los protagonistas y las cosas se hacen porque nosotros queremos. Evidentemente,
en la vida real no funciona así, y en algunos casos podemos crear problemas
porque no estamos conformes de cómo actúa el mundo y queremos que vaya a
nuestro antojo. No escondan a los niños, dejen que salgan, que aprendan, que
conozcan las maravillas que existen, enséñenles a valorar lo que hay de puerta
a fuera sabiendo lo aprendido de puertas a dentro porque a lo mejor con tanta
protección, estamos acercando a las generaciones que vienen a otros peligros
peores.
Juan Manuel Luna Cruz
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