Después de la pesadilla que vivimos ayer muchos
cofrades, hermanos, fieles y devotos, creo sinceramente que debemos bajar la
cabeza y mirar de reojo a la cruz desnuda, símbolo puro y duro de la Fe y
también de reojo al prójimo, el que está al lado nuestra, al que ayer dirigimos
nuestros peores comentarios y nuestras miradas más despreciables. Y es que
ayer, si las miradas mataran, no hubiera quedado ni Jesucristo vivo.
Cuanto egocentrismo en un seno de una supuesta “institución”,
cuanto mensaje de protección del patrimonio enmascarado de orgullo, cuanta
mirada por encima del hombro, cuantos comentarios fuera de lugar en medio de
una celebración que se supone que es de fraternidad y fe.
Señores,
reflexionemos, hagamos todos un pensamiento con nosotros mismos y charlemos con
los demás sobre qué es lo que queremos y lo que no queremos, qué tenemos que
hacer y qué es lo que no. Si hay personas que no hubieran querido participar en
el Vía Crucis de la Fe, no participen, digan que no y observen desde el lugar
del espectador o desde el fiel devoto. Pero no busquen protagonismos por favor.
Hagan un esfuerzo, no revienten ilusiones en unos segundos y sean valientes.
Una imagen no es para la eternidad. Una escultura se desgasta y más las que
están cerca de las personas. El Gran Poder, o Pasión, o el Cachorro les llegará
el momento de sustituirlas porque a todo le llega su momento. Pero, por favor,
no las alejen de los fieles.
Ayer se perdió una magnífica oportunidad de hacer protestación
pública de nuestra fe, la de muchos sevillanos que vemos a Dios en nuestras
imágenes. Algunos le echan la culpa a las hermandades que quisieron echarse a
la calle, otros le replican. Yo creo que la culpa la tuvimos todos, repito
todos. Por cierto, más le llovió el Viernes Santo del 2012 al nazareno de la O
en el puente de Triana que la llovizna que cayó ayer.
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