Tengo preparado mi billete para visitarte, Bella Piconera.
Siempre te he dicho que me encantan las fiestas donde tu gente es capaz de
reírse de sí misma y convertir un simple tablao en el Altar de la Libertad.
No sabes las ganas que tengo de verte después de
tanto tiempo, Hija de la Mar. Nuestro encuentro siempre es breve, pero siempre
nos despedimos con un hasta luego. Porque nunca hay que despedirse, simplemente
separarse hasta el próximo encuentro. Mientras me encuentro en tu Tacita de Plata,
me acabas enamorando todos los años con las letras de tus hijos: aquellos que
viven y mueren por ti. Los piropos que yo pueda decirte no son comparables con
los que dicen los gaditanos y las gaditanas, que son los que sufren contigo,
comparten tus alegrías y tus penas.
Estos días te ponen guapa, te visten de piconera, de
cigarrera y se pasean por tus calles para demostrar que antes de la llegada de
doña Cuaresma, estás tú y don Carnaval. Y que durante unos días, tú eres la
reina de los carnavales personificado en una chiquilla elegida por el pueblo
sabio y soberano.
Bella Piconera, no veo el momento de encontrarme con
la sal de tu Caleta, con el aroma de tu Plaza de las Flores, con el bullicio de
tus paisanos, con la frescura de tu brisa, con la caricia de tus vientos, con
las dulces voces de tus coplas.
Ya estarán las casas de tu gente llenas de coloretes
que llenan de alegría este valle de penurias. El inmenso océano brillará sus
aguas con la luz del Sol que nos prestas de vez en cuando y que se refleja en
la calle Betis del arrabal trianero.
El camino se me hará eterno, cuando pase el Puerto
ya estaré soñando los ojos almendrados de viñera que tienes; cuando llegue a
Cortadura, mis piernas empezarán a flaquearme porque nuestro encuentro siempre
es especial. Se me olvidarán las penas y me inundaré de alegría al verte de
nuevo. Y es que contigo, Cádiz, muero.
Juan Manuel Luna Cruz
Foto de veraneocadiz.com
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