sábado, 26 de noviembre de 2011

Fantasmas


La ciudad tiene muchas paradojas, muchísimas. Uno empieza a pensar en ellas y se vuelve loco como aquellos que construyeron un templo tan grande para que los que lo viesen acabado los tomasen por majaretas, o soñadores que amaron y lloraron a esta mujer tan maltratada por la historia y que dejaron su pasión por ella en escritos como Ocnos o Sevilla en los Labios.
Pero, un servidor se para a meditar como La Canina y su cabeza le lleva a razonar sobre lo que significa este esqueleto y cómo va moviéndose por la urbe. Todo en sentido figurado y algo cómico porque nos llegamos a encontrar con ciertos personajillos (menor rango que personajes), que dan más miedo que los espectros que vagan por la ciudad de noche, deambulando y rememorando sus penas encima de sus tumbas o sobrevolando las calles; y que son menos queridos que los fantasmitas de la Amargura (que ya de fantasmitas tienen poco porque los ve casi toda la Sevilla capillita debido a las nuevas tecnologías e Internet mediante las innumerables agendas que se publican en la red). Este servidor habla de los fantasmas que hay por la ciudad. Que son muchos. Y que no están muertos precisamente, sino vivitos y coleando.
Uno los puede encontrar en muchos sitios y los conoce todo el mundo, por lo que no pasan desapercibidos, ¿o sí? Desaparecen fugazmente y se aprovechan de todo el mundo. Buscan su beneficio propio y son muy sevillanos, pero para lo que ellos quieren. No trabajan para solucionar los problemas de la ciudad sino los suyos propios dentro de ella y que salgan airosos y aparezcan en las páginas de sociedad en una foto con un hombre o una mujer elegante, muy guapo o guapa e importante. La gente los puede encontrar en muy variados sitios, vestidos de muy variadas formas (por favor, no piensen en el canon de siempre, porque hay hasta fantasmas que se han ido a Bruselas a comerse langostas con nuestro dinero). Les dan igual que el comercio quiebre y que la gente de los barrios no venga al centro (que son los que verdaderamente lo activan, ya que hay mucho tieso de murallas para adentro), no han protestado mucho para que no coloquen las setas o para que arreglen de una bendita vez Santa Catalina. Estos personajillos que divagan, se vanaglorian y beben cervezas a mansalva (eso sí, muchas veces invitados), se creen que saben mucho y no saben ná de ná.
Pero todo no está perdido. Ni lloremos juntos ni convirtamos esto en un teatro novelero (tan nuestro). Podemos trabajar cada uno desde nuestro ámbito para que desaparezcan los problemas que nos rodean como el acceso al centro, reutilizar la zona de la Encarnación, la vuelta a la vida del comercio tradicional sevillano…que no pasemos por delante y nada más que nos quedemos mirando, no seamos unos simples fantasmas que nos aprovechemos un instante y divaguemos siempre por este cementerio en el que se está convirtiendo nuestra ciudad. Por eso, este humilde estudiante de periodismo que está aprendiendo a observar, llama a esa sociedad civil sevillana para que se levante y clame para que esta bendita ciudad se vuelva a convertir en una gran urbe y que esto no sea sólo cosas del pasado.

Juan Manuel Luna Cruz

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