Patio del Centro Itálica |
El patio es la infancia. El patio
es la patria chica de muchas personas. El patio nos reconcilia con nosotros
mismos y con los demás. Es la arquitectura perfecta para alcanzar la eternidad.
Los romanos y los árabes lo adoraban. Era el punto de encuentro. Era la
cercanía con lo sobrenatural. La paz, la tranquilidad, el sosiego, la
naturaleza, el agua, lo verde, el color, el sonido…son algunos elementos que
describen al patio. Cada persona tiene el suyo donde vuelve a esos tiempos
irrecuperables donde soñábamos y nuestras preocupaciones eran mínimas.
Ahora, nuestro mundo nos ahoga
entre móviles, ruidos de coches, gritos, agobios…Cuando nos reencontramos con
el canto de un mirlo, el susurro del agua o el suave movimiento de las hojas de
los árboles no necesitamos un paraíso, ya lo tenemos algunos aquí abajo.
El patio es la vida enfrente de
tus ojos. Eres tú mirándote a ti mismo. Es la ternura de unos ojos infantes que
no han sido todavía atrapados por la maldita sociedad. El niño que fuiste te
pregunta si estás disfrutando de la vida como de pequeño. ¿Sigues añorando esos
ojos negros llenos de Soledad? ¿Sigues corriendo entre la verdina y
escondiéndote bajo las escaleras y los pasillos? ¿Evocas ese patio blanco lleno
de luz que se transformaba en color naranja cuando echaba Carmelita los toldos?
El patio es el lugar donde habita
el tiempo, donde miras al pasado, encuentras el presente, buscas el futuro y
observas lo que pudo ser y no fue, ese último tiempo también existe aunque lo queramos
omitir. Cuando nos alejamos del patio de nuestra vida, el destierro es cruel, ya
que nuestra memoria escoge siempre el camino más corto para herirnos.
Ya lo dijo el poeta: “Donde nací
una vez, moriré siempre”.
Juan Manuel Luna Cruz