No sé por qué, pero a un servidor le da la sensación que la
estación que más le gusta a los sevillanos después de la primavera es el otoño.
No sé por qué, pero se palpa en el ambiente, en las caras de las personas, en
los gestos…Disfrutamos con este tiempo tan triste para algunos y tan bello para
otros. Dentro de esta época del año, que es de espera porque aquí vivimos
siempre en vísperas, noviembre es el mes de transición entre el inicio del
período con las primeras lluvias el día del pilar y los últimos coletazos
cuando las Esperanzas de la ciudad bajan de sus camarines y de sus altares para
que les besemos las manos, aquellas que cobijarán al Señor que nacerá en
Nochebuena. Noviembre, en general, es un mes rutinario, como de pasada, con
apenas fiestas, relacionado directamente con los difuntos, con los que ya no
están con nosotros y que nos cuidan desde los cielos. Un mes donde los atascos
parecen que provocan, con el humor de las gentes, ese cielo plomizo unido a esa
fina lluvia, que moja la gabardina con la que nos cubrimos muchos, con la que
vamos divagando por la ciudad que nos vio nacer. El frío ya llega a los huesos
y comenzamos a preparar las copas de cisco y de alhucema en los hogares, debajo
de las mesas de camilla donde la familia se sienta para reírse un rato y contar
las penas.
Sin embargo, este mes tiene un encanto especial, la ciudad
tiene una luz diferente, que no brilla tanto como el Domingo más esperado del
año, que no tiene tanta fuerza como la mañana que huele a juncia y romero, que
no se levanta tan temprano para ver una cara tan hermosa atravesar la Puerta de los Palos un día
de agosto…pero, un humilde servidor tiene la corazonada de que este tiempo nos
gusta. Lo descubre cada año en el barrio, en la plaza y en los puestos; noviembre
es especial. Mientras le llevamos a los que ya no están flores al cementerio,
mientras la vida es una rutina en todas las calles: los niños al colegio, las
compras en la calle de la Feria
y en la de Amargura… algo se nota dentro de la parroquia que hace que el mes
sea más bello en la collación. El centro del barrio (que es la parroquia,
aunque haya otros que digan lo contrario, porque no hay otro lugar que aglutine
a tantos vecinos), prepara sus fiestas para su Reina y patrona.
Juan Manuel Luna Cruz